viernes, 5 de junio de 2009

Un cuento de inercia, llaves inglesas y poquita innovación

La inercia. La inercia se podría definir como la tendencia de los cuerpos a mantener las mismas condiciones de inicio. Hablando de forma más clara, se podría definir también como la tendencia de los cuerpos a mantener el estado de movimiento o reposo en el que se encuentra.

Francisco Pérez y Hermanos es un taller de mecánica con 30 años de experiencia. Nunca han contado con muchos recursos, cuando empezaron el país estaba sumido en plena dictadura y tenían que arreglarse con una llave inglesa, un destornillador y la experiencia acumulada por sus padres, que prácticamente habían inventado el coche (tal era su destreza arreglando vehículos).

Durante 25 años el negocio fue viento en popa y a toda vela, pues Francisco Pérez y Hermanos arreglaba cualquier problema rápidamente y a bajo coste. Al año 26 apareció el procesador central en la marca Mercedes. Pero no pasó nada, el taller solo recibía un Mercedes cada mucho y con taponar algún agujero con chicle ya iba bien. ¿Para qué vamos a aprender a arreglar esto del procesador automático si eso nos va a suponer un dolor de cabeza y tampoco nos arregla la vida?

Al año 27 algunos coches de gama media incorporaban el procesador, Mercedes tenía pantallas de DVD, cambio automático de 7 velocidades y no llevaba retrovisores, sino unas cámaras de vídeo que permitían ver lo que pasaba alrededor del coche. Pero no pasaba nada, aunque en Francisco Pérez y Hermanos cada vez recibieran menos Mercedes y algunos coches de gama media ya se resistían a ser reparados solo con una llave inglesa, aún quedaban los coches más baratos, que no traían todos esos cachivaches tan raros. Y ellos de decían que aún no necesitaban saber cómo funcionaba el procesador automático, que eso les hacía perder el tiempo y con tanta reparación que tenían pendiente no les daba tiempo de investigar.

Al año 28 todos los coches llevaban procesador y los Mercedes ya ni siquiera rodaban, sino que volaban. El pequeño de los hermanos Pérez dijo que igual deberían mirar cómo funciona el procesador, pero el mayor no lo veía claro, pues por mucho procesador que llevaran los coches, total, el resto del vehículo era lo mismo de siempre.

Al año 29, el pequeño Pérez consiguió que sus hermanos aprendieran a reparar procesadores. Ya ningún coche llevaba procesador, sino un concentrador de fluzo, volaban y viajaban en el tiempo. De hecho, ya casi nadie quería entrar en el taller Francisco Pérez y Hermanos, así que los mecánicos trazaron un agresivo plan de marketing, consistente en regalar reparaciones de procesadores a todos sus clientes.

Al año 30, Francisco Pérez y Hermanos quebraba y los mecánicos se quejaban porque el gobierno permitía que los coches volasen y viajasen en el tiempo. De hecho, los mecánicos le exigían a su gobierno que les subvencionara su actividad y publicitara sus servicios entre la clientela. Pero el gobierno no estaba para escucharles, así que se hicieron fans de Nirvana y empezaron a cantar insistentemente una canción que decía “I miss the confort in being sad” (echo de menos la comodidad de estar triste)

No es que Francisco Pérez y Hermanos estuviese mal de dinero y no pudiese pagarse el curso para arreglar procesadores automáticos. Es que ellos siempre se habían arreglado con una llave inglesa, un destornillador y la experiencia acumulada por sus padres, que prácticamente habían inventado el coche.

La inercia nos hace quedarnos donde estamos. No es una cuestión monetaria, al menos no lo fue en el momento en que pudieron aprender a arreglar los coches modernos. Es que no hubo necesidad. O eso es lo que creyeron.


Artemis Rivero, técnico en vigilancia tecnológica

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