miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Cómo están ustedeeeees? Científicamente hablando, claro

Andaba yo pensando en mi mesa en este momento en varias cosas y una que me ha venido a la cabeza es que, efectivamente, hace muchos meses que no le dedicamos atención ninguna a nuestro blog. Qué sí, que los entendidos en Internet dicen que el blog, en general, ha muerto, pero nosotros vamos a insistir, de cabezotas, a ver si le prestamos algo más de atención a partir de ahora. Insistir es algo que se nos da muy bien.

Este viernes tiene lugar en diferentes puntos del país y de Europa un evento en el que nosotros, por primera vez, vamos a participar. Se trata de la Noche del Investigador y, no se crean, pero nos hace bastante ilusión poder traer algo así a Canarias.




En fin, se trata de un evento bastante lúdico de divulgación de la ciencia. Hay muchas actividades para niños y algunas para no tan niños. En vez de contarles de qué va, puede que sea mejor que lo vean ustedes mismos en este enlace.

Ahora mismo andaba yo pensando en esto y me estaba acordando de los documentales de la serie “Cosmos”, de Carl Sagan. Me encantaba esa serie. Cómo no, la emitían por el canal minoritario, divulgativo, cultural, de la tele, al menos cuando yo la vi (no fue precisamente en el estreno). Minoritario, esa es la palabra que quería resaltar. Si vamos a los medios de comunicación y echamos un vistazo rápido, sin realizar sesudos análisis del panorama, vemos que triunfan los contenidos “lúdicos”, en muchos casos totalmente banales. Los contenidos culturales se quedan para los que usan gafas grandes, y si vienen con una cinta adhesiva uniendo las dos lentes, tanto mejor. No es ningún descubrimiento, y de hecho es normal que sea así. Cuando uno se quiere entretener quiere ver (o leer, escuchar, o lo que sea) algo entretenido. Y el cine conceptual es, muchas veces, tan entretenido como la evolución en tiempo real de la especie Bradypus Torquatus. Cómo no, la ciencia muchas veces nos la presentan también como algo aburrido y solo apto para iniciados.

Tiene gracia, porque finalmente todos nos beneficiamos de la ciencia. La pasta de dientes con la que nos limpiamos, el coche que nos lleva al trabajo, el satélite que nos permite ver la tele... todo es pura ciencia. Quizás deberíamos prestarle algo más de atención.

Ahora viene la pregunta: si la ciencia se les presentara de una forma divertida, ¿qué preferirían para pasar una tarde tonta de viernes, un programa en la tele con la actualidad más rabiosa, rosa o amarilla, o un poquito de ciencia?

Si esto no les convence, aquí tenemos algo que puede que lo haga. Si unimos la divulgación de la ciencia con la creatividad, los sintetizadores y un poco de Auto-Tune, tenemos...¡música!


Enlace al proyecto Symphony of Science


viernes, 19 de febrero de 2010

Buzz vs. Twitter: El significado de "valor" es tan relativo...

Últimamente he visto nacer algunos productos que me tienen bastante desconcertado. Se trata de productos con un punto de innovación, muy bien vendidos por las empresas que los han traído a este mundo, pero... no les veo la utilidad. Y, aún así, me planteo "¿debería usarlos?".

Por poner al lector un poco en antecedentes, hace poco pude escuchar la siguiente pregunta "si yo ya uso iGoogle o Google Reader, ¿qué me aporta de nuevo Netvibes?". En ese caso, las ventajas de usar un servicio u otro me parece que pasarían a ser una cuestión muy subjetiva. A unos les encanta iGoggle, a otros Netvibes... yo uso Google Reader, aunque no sea exactamente lo mismo (bueno, ni de lejos), pero por el tipo de trabajo que realizo me resulta más útil. Y ahí está la cuestión, la utilidad que cada cual le encuentre a cada producto. Por eso, usas uno, conoces un poco el resto y ya está, no hace falta que uses simultáneamente varios para cubrir tus necesidades.

Podemos encontrarnos casos análogos -miles, en una sociedad de consumo tan competitiva-. Hay muchos modelos de coche en el mercado, pero solo uso uno para ir al trabajo, para hacer la compra y para ir de paseo. Pero esa visión también depende del usuario, hay quien usa un coche para moverse por la ciudad y otro para ir de paseo al campo.

Hace poco Apple presentó su ya famoso iPad. Un producto que, viéndolo así por encima y obviando sus (¿intencionadas?) carencias, parece ser un punto de inflexión en el consumo de dispositivos informáticos. Eso, según la manera en que lo vende su empresa madre, porque tablets ya han existido antes de este -y habrá más en el futuro-, pero este tiene esa cosa "chic" de ser Apple y, en cierto modo, sucesor del iPhone y el iTouch, que tanto éxito han tenido. ¿Qué éxito podrá tener el iPad? Es probable que bastante. Todo dependerá de si consigue conectar con un determinado perfil de usuario. Si yo, que también tengo un perfil de usuario determinado, analizo este nuevo "cacharro", ¿qué es lo que veo? que me permite navegar por la web de forma intuitiva gracias a su pantalla multitáctil, leer ebooks, escribir algún documento de texto y llevármelo a donde quiera. Desde mi punto de vista, a veces un poco simple y troglodita, eso es lo mismo que hace un netbook -que, encima, es multitarea, tiene USB y ese tipo de cosas que el nuevo gadget de Apple no tiene-. Dicen que es una nueva experiencia, nada comparable al netbook, porque se navega con los dedos sobre la pantalla, todo es muy intuitivo y permite leer ebooks. En cuanto a lo primero, ¿y si a mí me da igual el poder navegar con pantalla multitáctil o no? Mi necesidad básica es poder meterme en internet y trabajar con archivos de distintos tipos, eso lo cubre hasta un ordenador portátil normal e incluso un móvil de última generación. En cuanto a lo segundo, lo de poder leer ebooks, ¿no se supone que la gracia en un lector de ebooks es la tinta electrónica que no daña la vista? El iPad tiene pantalla retroiluminada, ¿no? pues es lo mismo que el netbook. ¿Que es más cómodo? sí, pero tampoco me compro una película en Blu-ray si ya la tengo en DVD, si la mejora en la calidad de visionado no compensa el pastizal que debo soltar por el reproductor de Blu-ray y la propia película.

Esto solo vuelve a ilustrar lo que comentaba al principio, para algunos este dispositivo tendrá mucho valor y para otros no.

¿Y si existe un perfil de usuario que esté "obligado" a usar distintos dispositivos con más o menos la mismas funcionalidades aunque prefiera usar solo uno de ellos? Entiendo que alguien como Enrique Dans deba probar el Nexus One o la Blackberry para estar al día en su campo de estudio. De la misma manera, en las revistas de automoción se prueban todos los modelos de automóvil que existen para dar a conocer a sus lectores sus características técnicas. Y esos periodistas usarán para su uso privado el coche que más les guste y hayan podido costearse.

El caso de las redes sociales podría ser susceptible de introducir a muchos usuarios en estas dinámicas. Yo puedo ser un usuario al que le guste mucho Facebook y no le guste Myspace, por lo que solo tendré un perfil en Facebook. Pero puedo ser alguien interesado, también, en mantener contactos profesionales y conversaciones de alto nivel, por lo que tendré perfiles en Facebook y en LinkedIn. Para mí, las dos redes tendrán utilidad, aunque cada una para un uso distinto. Puedo pertenecer también a una entidad que quiera comunicarse con su público. Y puede ser que tenga entre mi público distintos perfiles de usuario. Pues, en ese caso, para dirigirme a cada perfil usaré una red distinta, independientemente de que al responsable de comunicación de la empresa le guste más una red u otra.

Hace poco apareció Buzz (de Google) y he visto algunas reseñas al respecto. Hay quien, simplemente, redirige las publicaciones de Twitter a Buzz. Esto puede tener su gracia, como he podido leer en una conversación entre Alfonso Alcántara (Yoriento) y algunos de sus contactos,  pero si yo sigo a una serie de contactos en Twitter y sigo a los mismos en Buzz, ¡acabo leyendo dos veces lo mismo! Aparte, por eso de pertenecer a una OTRI y a una unidad de promoción de la innovación, debo estar al día de las nuevas tendencias tecnológicas -en definitiva, aunque no me convenza Buzz, tengo que saber de qué va-. Por todo ello, me considero un usuario con algo así como un "triple perfil" cuando me refiero a herramientas 2.0: quiero "emitir información", por lo que me viene bien tener Twitter y Buzz, tal y como hacen mis contactos; pero también quiero "recibir información", por lo que tener Twitter y Buzz puede acabar saturándome, y tengo que conocer más o menos bien ambas herramientas para ser algo así como el periodista de la revista de automoción.

Ahora, mi pregunta: ¿Alguien ha usado Buzz y le ha encontrado alguna utilidad que no tenga Twitter, más allá de poder comentar entradas con más de 140 caracteres (eso ya lo hago en Facebook)?

Sería bueno iniciar una pequeña conversación al respecto.

Artemis Rivero, técnico en vigilancia tecnológica en la Fundación Universitaria de Las Palmas

lunes, 18 de enero de 2010

Taller de Dinamizadores: pensamiento lateral (aunque sea accidental)

Con motivo de la apertura del plazo para inscribirse en la VII edición del Taller de Dinamizadores® de la Innovación de la Fundación Canaria Universitaria de Las Palmas, vamos a hablar un poco de un aspecto que, según he podido escuchar, se critica bastante: ¿qué hace un recién titulado ejerciendo de consultor de la innovación?

Antes que nada, quisiera avisar de que este post está basado en hechos reales. En realidad, está basado en hechos reales y en una película. Para entender los hechos reales, hablemos primero de la película. El problema está en que no me gusta destripar películas y necesitaría hacerlo para contarles lo que quiero. Por eso, voy a alterar algunas cosillas, para que quien no la haya visto pueda disfrutarla como si no hubiese leído nada sobre ella. Es probable que quien la haya visto la reconozca.

Un hombre, estudioso biólogo especializado en plantígrados, lleva treinta años persiguiendo a una especie tan solo conocida por él. Es una especie rara, que no se deja ver nunca y que vive en la zona más peligrosa e inaccesible de un bosque de los Cárpatos. En una ocasión, hace treinta años, este hombre, que gozaba hasta ese momento de una reputación envidiable, se cruzó por casualidad con un esqueleto de esta especie y se lo mostró a la comunidad científica internacional. Sin embargo, sus colegas le acusaron de falsear el hallazgo uniendo huesos de distintos animales, algo más corrientes: cráneo de oso, fémures de jirafa, espina dorsal de león... Abatido, el biólogo se retiró a las inmediaciones de la zona en la que sabía que debía vivir ese extraño animal y allí permaneció durante todo ese tiempo.


Treinta años dan para mucho, aunque se esté recluido en una cabaña en medio de los Cárpatos. En ese tiempo se mantuvo informado acerca de las costumbres de animales que él pensaba que se asemejaban a su codiciado ejemplar; leía cuantas publicaciones científicas le llegaban para intuir cómo podrían ser sus patrones de conducta -el correo ucraniano funcionaba bastante bien por aquella época-; desarrolló un sistema de vigilancia que le había permitido avistar a su ejemplar en varias ocasiones, pero nunca consiguió ni tan siquiera sacar algunas fotografías suyas. Treinta años también dan para alimentar todo tipo de obsesiones y sentimientos de rabia hacia el animal. Lo había hecho todo y aún así no conseguía obtener lo que deseaba: un ejemplar vivo que pudiera mostrar a la comunidad científica para recuperar su reputación.


Un buen día, una familia con dos niños pequeños decidió ir de excursión a la región. Qué hace una familia con dos niños pequeños en pleno bosque salvaje es algo que se escapa a mi entendimiento, pero ya les he comentado que se trata de una película (alterada). El menor de los hijos no levantaba su coronilla más de metro y veinte del suelo y no se despegaba de un estruendoso juguete con campanillas. En un momento bastante tenso de la trama, este niño se pierde en plena floresta -acabo de encontrar este término gracias a la informática y al diccionario de
la RAE, ¿no es increíble?-. Y como en buen film que es, la reacción del niño no es la obvia (asustarse), sino darse cuenta de que comienza una gran aventura... y hace sonar las campanillas de su juguete. El sonido genera un movimiento bastante extraño entre el follaje que le rodea, pero como buen niño ficticio, en vez de echar a correr sigue haciendo sonar su juguete. Y entonces aparece la bestia.

El animal parece tener cabeza de oso, muslos de jirafa y lomo de león. Y aunque su tamaño es realmente imponente, su carácter es más bien afable, por lo que bestia y niño acaban haciéndose amigos inseparables. A partir de este momento, la película prosigue con un sinfín de situaciones en las que el biólogo trata de utilizar al niño para hacerse con su presa y etcétera, etcétera. Eso no viene a cuento ahora mismo.


Lo importante es esto: a veces es más efectiva media hora haciendo tonterías que treinta años de estudio meticuloso para hallar la solución a un problema. Así de extraña es a veces la vida. ¿La vida? ¿No estábamos hablando de una película? Bueno, para hablar de analogías en la vida real tenemos que traducir esto de la siguiente manera: el pensamiento lateral y la casualidad, a veces, ayudan mucho más que el estudio meticuloso para hallar la solución a un problema.


Esto sí es la vida real. Extraigo un texto de
Wikipedia: "El adhesivo original usado en los Post-It fue inventado en 1968 por Spencer Silver, un investigador de la compañía 3M. En realidad estaba buscando un nuevo adhesivo potente, pero encontró uno débil, al que no pudo encontrarle utilidad. Sólo en 1974, a un colega suyo, Arthur Fry, se le ocurrió usar aquel adhesivo para crear marcapáginas, mientras hojeaba un himnario del coro de su iglesia. Los primeros prototipos estuvieron disponibles en 1977, y en 1980-1981, después de una poderosa campaña publicitaria, el producto fue puesto a la venta en todo el mundo."

En un primer momento, en esta empresa se pensó que el problema era encontrar un pegamento resistente, pero después se vio que al crear un pegamento débil aparece un nuevo problema y es qué hacer con él. Y nadie esperaba encontrarse con esa utilidad. El pensamiento lineal nos diría "tira eso, no sirve para nada". El pensamiento lateral dice "¿y si...?". Y, por qué no decirlo, la
casualidad también nos regala soluciones nuevas a viejos problemas.

En las dos fundaciones universitarias canarias llevamos siete años (este año será el séptimo, realmente) gestionando el
Taller de Dinamizadores de la Innovación. Se trata de una iniciativa que se ha replicado en otras regiones de España -sí, amigos, por una vez inventamos nosotros y no ellos, al estilo Unamuno- que consiste en insertar a gente que acabe de terminar sus estudios universitarios (o que esté a punto) en empresas para proponer soluciones innovadoras a sus problemas por un lado, y en establecer un puente de contacto con los investigadores de las universidades por otro lado -y servir algún café en más de un caso-. A estos chicos se les da una formación en gestión de la innovación y de proyectos antes de lanzarlos al mundo empresarial o al de la investigación.

Efectivamente, muchos han criticado este programa por un motivo muy simple. ¿Qué pinta un chiquillo de veintipocos años -o veintimuchos- que acaba de salir del cascarón universitario arreglando desperfectos de empresas que pueden llevar muchos años gestionándose con éxito? Pues bien, para explicar eso primero hay que hacer un pequeño inciso: los dinamizadores no van a explicarle a nadie cómo hacer su trabajo. Nunca irán a enseñarle a un abogado cómo ejercer la abogacía.






Lo que el dinamizador de empresas hará es observar el trabajo que se realiza en la empresa y detectar puntos en los que se pueden aplicar mejoras innovadoras. En el caso del abogado, quizás plantee la implantación de un sistema informático para archivar y documentar de una manera más eficiente todos los papeles que pasan por el bufete. Y eso es algo que al señor abogado podía habérsele pasado por alto: gestionar papeles y meterlos en archivadores sin más podía ser poco eficiente, por lo que un sistema de clasificación informatizado y automatizado podría ayudarle a encontrar todo mucho antes -es un ejemplo muy tonto, pero espero que sirva-.

Lo que se busca es la mirada fresca de alguien que no ha sido "contaminado" por muchos años de experiencia y que, por tanto, es capaz de ver cosas de las que los profesionales más curtidos no se percatan, bien porque se han acostumbrado a ellas o bien porque, simplemente, cada profesional sabe de lo suyo y no tiene por qué entender de lo demás.


Obviamente, un dinamizador puede llegar a decir auténticas estupideces -yo fui uno de ellos, lo digo por experiencia-, pero a veces hace sonar un juguete con campanillas
et voilà!, captura ese raro espécimen que ningún biólogo ha conseguido clasificar nunca, aún después de treinta años de incesante búsqueda.


Coescrito por Artemis Rivero González, técnico en vigilancia tecnológica, y Adrián Ibáñez Rodríguez, coordinador del Taller de Dinamizadores en la Fundación Universitaria de Las Palmas.
Imagen de patrimonio público, obtenida de la galería George Eastman House